28/02/2017

Hasta siempre, abuelo

Por CaRoL

Llevo tres días sin parar de llorar. Tengo un nudo en la garganta que casi no me deja respirar. Las lágrimas son mis inseparables compañeras que cada poco asoman sin apenas avisar. Se nos va, ahora sí, después de muchos sustos, se apaga y al fin va a descansar.

Mi abuelo, Gabriel Mateos López, ha descansado

Ráfagas de viento han soplado y han intentado apagar la vela de su vida sin conseguirlo hasta que se ha consumido totalmente.

Estoy triste, muy triste pero en cambio, sólo puedo sentirme afortunada. Afortunada por haber podido disfrutar de los mejores abuelos del mundo durante tanto tiempo.

Estoy más triste aún por pensar lo que tiene que estar sufriendo mi madre y todos sus hermanos al perder a un padre. Sí, es ley de vida pero es duro ver cómo el pilar de una familia nos deja.

Apasionado del fútbol, los toros, los caballos y el vino, siempre le recordaré como aquel sabio con el que podías hablar de todo un poco.

Ha estado presente en los momentos más importantes de mi vida. Le recuerdo de pequeña en el Buzo, en mi primera comunión, Semanas Santas en Jerez, veranos disfrutando en la terraza de Rota… Pero el recuerdo más grande es de cuando mi padre estuvo enfermo. En esos momentos mis abuelos dejaron todo para trasladarse unos meses a Madrid y acompañarnos tanto a mi madre como a todos nosotros. Recuerdo cuando mi hermana y yo nos escondíamos debajo de la cama para pegarles un susto y se ponían a rezar hasta que casi nos quedábamos dormidas. ¡Cómo íbamos a interrumpir ese momento tan especial! Y es que siempre tenían una oración para cada uno de nosotros.

En sus plegarías se acordaban de todos pero no en plan ‘por todos mis nietos’, no no, pedían por cada uno según su necesidad. Y no sólo por las nuestras, por cada una de las personas que les comentaban que necesitaban oraciones. Increíble.

Mi abuelo, un ser tremendamente generoso que deja un impresionante legado: 15 hijos, 48 nietos, 27 bisnietos y otros 4 que están en camino. Una descendencia de 90, ¡más los que están por llegar! Y a esto hay que sumar las parejas, que en nuestra familia se consideran casi como hijos y nietos!

Siempre recordaré esos maravillosos paseos a caballo por las playas de Rota. ¡Lo que disfrutaba cabalgando! Recuerdo cuando, tras algún susto de esos que nos daba en alguna de las recaídas, se levantaba con más fuerza y al día siguiente estaba tan feliz montando a caballo. ¡Como si nada!

Así era él, la fortaleza personificada. Un ejemplo a seguir en todos los sentidos al que recordaremos con todo el cariño del mundo.

Te quiero, abuelo.